Por Majo
Ya estamos a muy pocos días de Navidad. Todo el mes ha sido de preparar las casas, llenarlas de colores, de luces y alegría. Un mes, de armar listas de regalos, de juntarnos con quienes no veíamos hace mucho, retomar un poco la “normalidad” que, tal vez, extrañábamos.
Siempre llegando a este momento de diciembre, hay algo que no deja de llamar mi atención. Desde hace semanas, resulta imposible conseguir taxis, el tráfico es interminable y ni que decir de las tiendas… muchas personas corriendo por todas partes, ofertas en cada esquina y largas colas. Esta observación tampoco es nueva, es común que el último mes del año, resulte ser el más ajetreado.
Pero esta vez, llegó a mi esta reflexión que me pareció curiosa y muy cierta. Todos conocemos la famosa película de “Mi pobre angelito”, el niño que saldría de vacaciones en fiestas con su familia, pero en el ajetreo de los preparativos queda olvidado y solo, cosa que suscita una serie de peligros y aventuras. Al recordar esta película, me percaté que es una escena que se vive todos los años, no solo en la televisión cuando la pasan, sino en la vida real.
Hoy, también hay un niño que es olvidado en medio del trajín de las fiestas. Hoy, el niño que olvidamos es Jesús, quien queda sepultado entre los papeles de regalo y las listas de amigo secreto. En medio de la bulla y los correteos, resulta difícil recordar el centro de esta fiesta. No existiría motivo para ir por regalos y juntarnos con los que queremos, sino fuera porque hace muchos años, el mismo Dios decidió hacerse hombre para escribir la mejor historia de amor jamás contada.
¡Siempre hay buenas noticias! Estamos a tiempo de llevar esta fiesta por su verdadero camino, no dejemos que Jesús se pierda en medio de tanto alboroto… como niño pequeño en pañales, nos corresponde cuidarlo, acunarlo, cantarle y adorarle… porque gracias a Él, nuestra vida tiene un propósito, nuestros problemas son fuente de gracia y nuestro camino nos puede hacer santos. Nos toca vestirnos de gala y adornar nuestras casas, abrazar a los que queremos y darles detalles; pero que el motivo de tanta alegría sea la llegada de Jesús, que el invitado de honor no sea olvidado, sino que sea el protagonista.
Mañana celebramos noche buena ¿imaginan como estarían María y José en un día como hoy? Tocando de puerta en puerta, esperando encontrar algún lugar para descansar y esperar tranquilos la llegada de su Hijo… no les tocó el camino fácil, pero nos dejaron un gran ejemplo (como siempre) … estaban juntos y con ellos, Dios, el único capaz de transformar una situación difícil en fuente de bendición para todas las futuras generaciones. Cuando Dios está en el medio y es el centro de todo, nada puede salir mal, absolutamente nada.
Si ellos tocaran hoy a nuestra puerta, ¿los recibiríamos o estaríamos muy ocupados para atenderlos? Esa es una reflexión que le toca a cada uno consultar con su corazón: ¿Qué tanto me he preocupado por celebrar al cumpleañero este año? ¿qué tanto me he preocupado por dejar listo todo para su fiesta e invitarlo?
Que, en esta Navidad, Jesús encuentre un corazón desprendido y enamorado de ÉL, familias celebrando una fiesta en su nombre, dando abrazos sinceros. No olvidemos a Jesús en su día, que no se quede solo y fuera de nuestras casas como un desconocido… que sea el invitado principal, el homenajeado de la noche y de nuestras vidas… que las calles se llenen de luz y alegría, pero de la verdadera, la que trae gozo, aquella que viene de Dios.
El mundo necesita una alegría, en medio de tantas dificultades y confusiones, volvamos nuestra mirada al cielo… fuente de alegría y nuestro mayor consuelo.
Te esperamos Jesús… no tardes más.
Por Majo