¿Dios me hizo libre?

Por Mikela

Cuando Dios creó al hombre, lo hizo libre, por la sencilla razón de haber sido creado para amar. El amor verdadero no se da por obligación, sino por libre elección. Dios no nos creó como esclavos para que lo adoremos por la eternidad, en cambio, nos creó para que pudiéramos elegir  amarlo y vivir en su amor.

Para que el amor sea verdadero debe nacer desde una situación de libertad. Por más que suene extraño, para poder amar a alguien, debes tener la opción de no amarlo. Esto se debe a que el amor es una decisión. Amar a alguien no implica que siempre todo será color de rosas, por eso mismo decimos que es una decisión. Incluso cuando estoy enojado, triste, o cansado, decido amarte libremente. Debido a esto, Dios nos hizo libres para amarlo o no amarlo y dependiendo de eso ir a habitar el Cielo con Él. Si alguien rechaza amar a Dios a lo largo de su vida terrena, Dios no va a obligar a esa persona a amarlo por el resto de la eternidad. Y es esta la mayor expresión de la libertad del hombre.

El mal uso de esta libertad da lugar a las tragedias de este mundo. Porque el hombre es libre, él puede decidir cómo actuar y esto  implica que no siempre decidamos por el bien. La libertad es el mayor regalo que Dios nos ha dado y como todo regalo, hay que cuidarlo. A través de ella es que podemos aprender a amar más a Dios y al prójimo, decidiendo ser caritativo, yendo a Misa, orando, entre otras cosas.

Seamos cuidadosos con nuestro empleo de la libertad y procuremos usarla siempre para cumplir la voluntad de Dios y elegir el bien. Siempre somos libres de hacer o no hacer algo, muchas veces la flojera nos hace dejar de hacer cosas que aunque pueden parecer pequeñas, podrían representar un gran gesto para alguien más. Por ejemplo, tender la cama de alguien que viva en tu casa, ir al Santísimo por cinco minutos, rezar un denario y una infinidad de cosas más. Los pequeños gestos de amor que nosotros podamos tener con nuestro prójimo son grandes ante los ojos de Dios, porque Él ve que nos esforzamos por parecernos cada día más a Jesús.

Así que, a partir de ahora, seamos más conscientes que cada uno de nuestros actos puede ser un acto de amor si así lo queremos. Empleemos nuestra libertad para el bien y para la expansión del Reino de Dios.

Por Mikela