Son sumamente comunes los malentendidos que tienen los ateos, agnósticos e incluso algunos creyentes al momento de entender qué es Dios. Por ejemplo, se ha escuchado reiteradamente la siguiente pregunta atea: «Si Dios creó el universo, ¿quién creó a Dios?». Sin adecuada reflexión, la pregunta luce justa, sin embargo, esta se basa en el erróneo supuesto de que Dios es un ser semejante a los demás seres que existen, que tiene una causa exterior y anterior a sí mismo. Así, se iguala cualitativamente la existencia de Dios a la existencia de un hombre, una silla o una piedra. En otro ejemplo, está la popular pregunta: «Si Dios todo lo puede, ¿podría crear una piedra tan pesada que ni Él pueda cargar?». En este caso, se malinterpreta la omnipotencia de Dios, se malinterpreta un atributo suyo, no comprendiéndolo adecuadamente. Por ello, es de vital importancia para el creyente definir a qué nos referimos con Dios y qué podemos decir de Él, entendiendo adecuadamente sus atributos. De lo contrario, como vimos en los ejemplos, el ateo estaría intentando refutar una concepción suya de Dios, pero no la que tiene el creyente y, mucho menos, la verdadera. Además, esta tarea es necesaria tanto en las respuestas a las objeciones ateas de la existencia de Dios como en las demostraciones racionales que el cristiano o creyente realice de Él. Porque, si no sabemos qué es Dios, al probar la existencia de, por ejemplo, la «Causa Primera» (1) no podríamos concluir necesariamente que esta causa es Dios, ¡podría ser otra cosa!
Entonces, ¿cuál es la definición de Dios? Dios es el Ser Subsistente. […] Esta definición está presente a lo largo de las Escrituras, está en el nombre por el cual Dios se da a conocer a Moisés: Yahveh.
Será tarea del creyente y no del ateo definir entonces qué entiende por Dios, puesto que el creyente es quien posee la fe. El ateo podrá intentar refutarla, «pero no puede de ningún modo dictaminarla» (2). Es clave notar que la definición de Dios realizada en este artículo es una definición esencialmente racional, propia del teísmo clásico. Sin embargo, tanto esta definición, como los atributos divinos que serán deducidos, guardan una fuerte correspondencia con la fe cristiana, especialmente con la fe católica (3), como se notará más adelante. Por tanto, la siguiente definición y los atributos racionales no probarán otra fe y contradecirán la nuestra, sino que son propias de la fe cristiana, ayudándonos a comprenderla racionalmente más a fondo.
Entonces, ¿cuál es la definición de Dios? Dios es el Ser Subsistente. Es el ser que existe por sí mismo, sin necesidad de otro ser para existir. Existe por sí mismo: su naturaleza es existir, en otras palabras, su esencia se corresponde con su existencia, su esencia es ser. Posee, por tanto, la plenitud del ser. Es más, Él es la plenitud del ser. Esta definición está presente a lo largo de las Escrituras, está en el nombre por el cual Dios se da a conocer a Moisés: Yahveh. «Contestó Moisés a Dios: “Si voy a los israelitas y les digo: ‘El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros’; cuando me pregunten: ‘¿Cuál es su nombre?’, ¿qué les responderé?”. Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ [Yahveh] me ha enviado a vosotros”» (Ex 3, 13-14). «Yo soy el que soy» implica afirmar «soy por mí mismo, mi esencia es ser, soy el Ser Subsistente» (4). Esta definición de Dios es su primer atributo, dado que no lo podemos deducir de otro. Es más, de él deduciremos los demás. Pasemos, pues, a los otros. Podremos afirmar racionalmente, al menos, catorce atributos (5).
Dios es simple (simplicidad) (6). Todo lo compuesto es posterior a sus partes y depende de ellos. En ese sentido, Dios no podría ser compuesto, porque no depende de otro ser, por ser el Ser Subsistente. Por tanto, Dios debe ser necesariamente simple.
Dios es perfecto (perfección) (7). Un ser es perfecto en cuanto tiene en sí la máxima excelencia según su forma de ser. Como Dios es la plenitud del ser, el Ser Subsistente, posee, entonces, la excelencia y perfección del ser en general. Además, dado que Dios es el fundamento de todos los seres existentes, es el fundamento también de su perfección y, entonces, ha de tener de modo simple las perfecciones de estos. Por tanto, Dios es necesariamente perfecto. Ello es acorde con lo escrito: «Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48).
Dios es omnipotente (omnipotencia) (8). El poder que tiene una cosa se debe a su ser y su modo de poder se debe a su modo de ser. Como Dios es el Ser Subsistente, la plenitud y totalidad del ser, deberá tener la plenitud y totalidad del poder. Asimismo, dado que Dios es el fundamento de todos los seres existentes, es la fuente primaria de la que procede el poder de estos, y en general de todo poder. Por tanto, Dios es necesariamente omnipotente. Esto guarda conformidad con lo escrito: «Porque ninguna cosa es imposible para Dios» (Lc 1, 37).
Dios es omnisciente (omnisciencia) (9). El conocimiento es una perfección pura. Entonces, dado que Dios es plenamente perfecto, el conocimiento deberá existir en Dios de modo pleno y total. Por tanto, Dios es necesariamente omnisciente. La omnisciencia divina es narrada en diversos pasajes de las Escrituras: «¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!» (Rom 11, 33); «No hay para ella criatura invisible: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel [Dios] a quien hemos de dar cuenta» (Heb 4, 13).
Dios es omnipresente (omnipresencia) (10). Le es propio a Dios estar en todos los lugares y espacios existentes, porque los demás seres existentes, a quienes Dios les da el ser y operación, llenan los lugares y espacios existentes. Por tanto, Dios es necesariamente omnipresente. Como se ha dicho: «¿Se esconderá alguno en escondite donde yo no le vea? -oráculo de Yahveh-. ¿Los cielos y la tierra no los lleno yo?» (Jer 23, 24).
Dios es bueno (bondad) (11). Se dice que algo es bueno, si posee alguna perfección, es deseable (‘apetecible’) o posee una virtud moral. Dios es perfecto, por tanto, la bondad será propio de su ser en cuanto a su perfección. En segundo lugar, como lo perfecto es deseable y Dios es máximamente perfecto, será máximamente deseable: la bondad será propio de su ser en cuando a su deseabilidad. Por último, como Dios es el fundamento y contiene de manera simple todas las perfecciones, deberá poseer todas las virtudes morales y en grado pleno, dado que estas son una clase de perfección. Por tanto, Dios es necesariamente bueno. Ello concuerda con lo escrito: «Nadie es bueno, sino solo Dios» (Lc 18, 19). Por consiguiente, las religiones que enseñen el dualismo, que afirma que el bien y el mal son principios supremos increados, son erróneas. Por ejemplo, el taoísmo (el yin y el yang).
Dios es inmutable (inmutabilidad) (12). Dios no tiene ningún cambio en su ser. El cambio implica el paso del no ser al ser, lo cual no puede darse en Dios, dado que Él, por ser el Ser Subsistente, simplemente es. Asimismo, su inmutabilidad se debe a su perfección. El cambio implica adquirir una perfección que no se tiene, cosa que no puede suceder en Dios porque ya cuenta con toda perfección, o implica la pérdida de una perfección, cosa que no podría suceder en Dios, porque dejaría de ser perfectísimo, de ser Dios. Por tanto, Dios es necesariamente inmutable. Como está escrito: «Que yo, Yahveh, no cambio» (Mal 3, 6); «Pero Tú [eres] siempre el mismo, no tienen fin tus años» (Sal 102, 28); «el Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación» (Sant 1, 17). Es necesario esclarecer que su inmutabilidad no es sinónimo de insensibilidad, no implica que es un ser inerte, ajeno al hombre. Nos referimos a que no puede cambiar su pleno ser, dado que siempre es.
Dios es eterno (eternidad) (13). Un ser es eterno si tiene la posesión completa, interminable, simultánea e invariable de su propio ser. Todo esto le corresponde a Dios. En primer lugar, por su plenitud de ser, tendrá la posesión completa e interminable de su ser. En segundo lugar, por su inmutabilidad, Él es al mismo tiempo, simultáneamente, y sin variación alguna, es invariable. Por tanto, Dios es necesariamente eterno. Como se ha dicho: «[…] el Dios eterno» (Rom 16, 26); «¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!» (Sal 118, 1).
Dios es infinito (infinitud) (14). Un ser infinito no tiene limitación en el ser. Como Dios es el Ser Subsistente y tiene la plenitud del ser, no poseerá limitaciones en su ser: su ser es ilimitado e infinito. Por tanto, Dios es necesariamente infinito.
Dios es único (unicidad) (15). Esto se concluye por la perfección de Dios. Si existieran muchos dioses, deberían diferenciarse en algo. Es decir, a alguno le correspondería algo que el otro no tenga. Pero si a un dios algo le falta, entonces no es perfecto, ni es Dios. Entonces, es imposible, que existan muchos dioses. Por tanto, Dios es necesariamente único. Como se afirma en Éxodo: «Escucha Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh» (Dt 6, 4). Por consiguiente, las religiones que enseñen el politeísmo o henoteísmo, que afirman que existen muchos dioses, son erróneas. Por ejemplo, las mitologías griega, romana, incaica, azteca, etc.
Dios es transcendente (trascendencia) (16). Se le dice trascendente a aquel ser que se distingue radicalmente de todos los demás, connotando superioridad o hallándose en un plano superior. Dado que Dios es el Ser Subsistente y su esencia es existir, es, en su esencia, completamente distinto y superior a todos los demás seres creados, dependientes y contingentes. Por tanto, Dios es necesariamente trascendente.
Dios es inmanente (inmanencia) (17). Se le dice inmanente a aquel ser que está unido de un modo inseparable a las esencias de los demás seres, sin identificarse con estos. Dios, dado que es el Ser Subsistente, da el ser a todos lo existente y, en ese sentido, se encuentra unido a todo, aunque sin confundirse con la creación, dado que la unión no se da en el plano material, sino en el plano formal, en lo profundo del ser. Por tanto, Dios es necesariamente inmanente. Por consiguiente, las religiones que enseñen el panteísmo, que afirma que todo lo materialmente existente y Dios son equivalentes, son incorrectas. Por ejemplo, el hinduismo (18). Esto también es así porque Dios es trascendente.
Dios es personal (personalidad) (19). Un ser es personal, si tiene intelecto y voluntad. Ello, por ejemplo, se cumple en el hombre. De igual manera, se cumplen ambas condiciones en Dios. En primer lugar, Dios debe tener intelecto por causa de su omnisciencia. En segundo lugar, Él tiene voluntad a causa de su Subsistencia y simplicidad. Se entiende voluntad como la capacidad de autodeterminar el obrar. Dios, por ser el Ser Subsistente, autodetermina plenamente su ser, pero por su simplicidad, su ser se identifica con su obrar. Entonces, también Dios autodetermina su obrar: posee voluntad. Por tanto, Dios es necesariamente personal. La voluntad de Dios se observa a lo largo de las Escrituras: «De forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios» (Rom 12, 2); «Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes 4, 3).
Dios es espiritual (espiritualidad) (20). Todo lo material es limitado y divisible, pero Dios es esencialmente ilimitado y simple, como se demostró. Por tanto, Dios es necesariamente espiritual. Según Juan: «Dios es espíritu» (Jn 4, 24). Por consiguiente, las religiones que enseñen la adoración de objetos son erróneas. Por ejemplo, el fetichismo y algunas formas de animismo y vudú.
Estos fueron los atributos divinos. La ventaja de que todos estos se desprendan de la definición de Dios como el Ser Subsistente es que bastará con probar solamente la existencia de dicho Ser para concluir la existencia del Dios simple, perfecto, omnisciente, bueno, eterno, personal, etc. Si llegamos, con nuestras deducciones al Ser Subsistente habremos llegado al Dios que intentamos demostrar y, como se dijo, a un Dios que se identifica especial y racionalmente con el cristianismo. Entonces, sin más preámbulo, en el próximo contenido pasaremos a demostrar racionalmente la existencia de nuestro Dios.
1
La demostración de la Causa Primera o Causa Incausada se da en la segunda vía de Santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios. Este argumento es conocido como el argumento de la causalidad y está presente en la Suma Teológica, Ia, q. 2, art. 3.
2
Dante Urbina, ¿Dios existe?, p. 1, cap. 2.
3
Algunos cristianos protestantes han negado atributos clásicos de Dios, por ejemplo, su simplicidad, eternidad o inmutabilidad.
4
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Ia, q. 13, art. 11.
5
Si bien estos atributos están definidos total y originalmente en la Suma Teológica, en este artículo, estos están organizados, entendidos y explicados según Dante Urbina, ¿Dios existe?, p. 1, cap. 2.
6
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Ia, q. 3.
7
Ibid, Ia, q. 4.
8
Ibid, Ia, q. 25.
9
Ibid, Ia, q. 14.
10
Ibid, Ia, q. 8.
11
Ibid, Ia, q. 6.
12
Ibid, Ia, q. 9.
13
Ibid, Ia, q. 10.
14
Ibid, Ia, q. 7.
15
Ibid, Ia, q. 11.
16
Ibid, Ia, q. 8.
17
Ibid, Ia, q. 8.
18
Entendido panteísta y no politeísta, por algunos filósofos hindúes.
19
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Ia, q. 19.
20
Ibid, Ia, q. 19.