Por Majo
Hoy, 11 de febrero, celebramos el aniversario de la primera aparición de nuestra Santísima Madre a Bernardita en Lourdes. María bajó del cielo, una vez más, y eligió a una sencilla y humilde niña de 16 años para llevar un mensaje de conversión al mundo entero.
Cuando hablamos de apariciones de Nuestra Señora, estoy segura que más de uno se pregunta ¿por qué no eligió a personas influyentes o con poder? Personas que tuvieran buenos contactos que les permitieran pasar el mensaje con más rapidez y tal vez, gracias a su popularidad, hasta lograr credibilidad en menor tiempo.
La verdad es que nuestra Madre y su Hijo no hacen nada al azar, Bernardita era la persona ideal para hacer vivo el mensaje de María y servirnos de ejemplo hasta el día de hoy.
No eligieron personas influyentes porque son los dóciles y desprendidos, quienes pueden entender con mayor claridad los mensajes del cielo. Bernardette guardaba en su corazón las ansias de tener a Jesús con ella y agradarle por siempre, ese anhelo no pasa desapercibido, es ese corazón enamorado y humilde el que atrae a María… ella vio cuánto la pequeña amaba a su hijo y se convirtió así en la aliada perfecta.
Estos dos últimos años me han enseñado a ver el sufrimiento con otros ojos, a entender que con el dolor puedo acompañar a Jesús, aunque sea un poquito. Él sufrió el más grande de los dolores por amor a mí, entonces yo puedo ofrecer mis pequeñas cargas para hacer la suya más ligera… compartir al menos un poco lo que mi Señor tuvo que padecer. En Lourdes, María nos enseña a ofrecer este propio sufrimiento por la conversión de nuestros hermanos, aprender a soportar e incomodarnos un poco para que más personas se acerquen a los brazos del Padre. No es una opinión popular el día de hoy, hoy el dolor es visto como algo que se debe evitar a toda costa; incluso si eso amerita dar la espalda a los que nos necesitan. Está de moda dejar de hacer las cosas si no nos “hacen felices” pero la verdad es que, para encontrar felicidad plena, hace falta morir a nosotros mismos y sufrir nuestras propias cruces, porque esas experiencias nos hacen más santos. María se lo dijo a Bernardette: “Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro”, un mensaje de esperanza al cual recurrir cuando sentimos que nuestras fuerzas de desvanecen… tenemos la certeza de que seremos recompensados en el Paraíso… ¿qué es el sufrimiento en la tierra comparado con la eternidad del cielo?
Me resulta increíble que, a pesar de ser un hecho ocurrido en 1858, siga siendo un mensaje tan actual. Es que María conoce a sus hijos, sabía que después de tantos años aún necesitaríamos escuchar las palabras de nuestra Madre. Más que eso, sabía que la humanidad entera debía seguir aprendiendo y que aún seríamos muchos los necios.
La pureza es un término gastado y hasta olvidado en el mundo actual, se ha confundido la ansiada libertad con el actuar siguiendo nuestros caprichos, llegando hasta el punto de menoscabar nuestra propia dignidad y rebajarnos a meros objetos, esclavos de los impulsos e incapaces de tomar sus propias decisiones. Por eso, la Virgen se presenta como “La Inmaculada Concepción”, ante esa necesidad de devolver al mundo esta virtud olvidada. La pureza no es sinónimo de aburrido o ingenuo, todo lo contrario; esta permite ver a los demás como personas, con ojos limpios y libres de distorsiones. Nos permite reconocer nuestro propio valor como personas, capaces de grandes cosas, hombre y mujeres amadas hasta el extremo por el propio Creador, capaces de volver a empezar. Si has faltado en esta tarea, no te desanimes, hay un largo camino por recorrer. Estás a tiempo de sanar, porque Dios quiere para ti un amor de verdad.
Lourdes nos recuerda la importancia de entregarle nuestra vida entera a Jesús, de poner a sus pies nuestros dones y capacidades, pero también nuestros problemas y preocupaciones. Si nuestra Madre del cielo nos lleva de la mano ¿qué malo puede pasar? Si aún tienes dudas, volvamos la mirada a Bernardita, quien en medio de burlas obedeció lo dictado por Nuestra Señora y escarbó en el lodo hasta encontrar el agua del pozo que ahora es de bendición para tantas almas aquí en la tierra, curando enfermedades tanto físicas como espirituales… nos demuestra así que María no nos abandona, pues dejó en ese pequeño pueblo de Francia una fuente de gracia para toda la humanidad.
Aquí desprende otro punto clave de las apariciones de la Virgen: el poder de la oración. Oración, penitencia y humildad para pedir por el perdón de los pecadores y nuestra conversión…es un llamado claro a entender la inmensa misericordia de nuestro Señor, que quiere ser fuente de agua viva para todos los hombres. Mostrando el Santo Rosario como una poderosa arma contra las asechanzas del enemigo, pues nos permite recorrer junto a María la vida de Jesús.
Lourdes es una fuente de santificación para el mundo entero, un regalo del cielo como muestra del amor inagotable de Dios. Nos enseña a confiar en los planes del Señor, a darle sentido al dolor como una forma de acompañar a Jesús… ser buenos en algo, nos enseña a ser humildes para ser dóciles a sus planes y nos demuestra que más allá de nuestro pecado, tenemos una Madre que nos ama y que quiere vernos en la eternidad del Cielo junto a ella.
Estoy segura que los que estamos por aquí queremos llegar a esa meta, entonces que esta fecha, Día de la Virgen de Lourdes, marque un antes y un después en la historia de nuestra conversión… comprometámonos hoy a llegar a esa verdadera felicidad en el cielo. Las puertas las tenemos abiertas, hay que decidir entrar.
Virgencita de Lourdes, nos consagramos por vuestras manos a tu hijo Jesús. Haznos dóciles al Espíritu, que trabajemos contigo en confortar a los que sufren, en cuidar nuestra Iglesia y a velar por la paz que este mundo necesita.
Tuyos somos Santísima Madre, ruega por nosotros.
Por Majo