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Epifanía:

un Dios al descubierto

06 Enero - 23

Caminar sobre el agua

Ante lo desconocido, el alma tiembla. Dios dispone caminos desconocidos, que parecen imposibles, que escapan de nuestros cálculos humanos, y sentimos miedo.

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Creer sin ver

Creer sin ver. Y cómo cuesta, y cómo fallo. Porque a pesar de haber experimentado a Cristo, de haberle visto ocuparse de mis cosas, después de vivir su amor en carne propia, también empiezo a dudar.

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Totus Tuus: La visita a Lourdes

Visitar Lourdes fue una gracia. Llegué de noche. Hacía mucho frío pero el corazón estaba ardiendo. Caminé hacia la explanada frente al Santuario y la vi allí: hermosa, con la luna detrás, dándome la bienvenida. La imagen de la Virgen de Lourdes, que luce una corona preciosa, me saludaba, presentándome su casa.

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Ser sal y luz

Hemos sido creados para ser sal y luz del mundo. Cristo ha querido valerse de nosotros, con nuestras debilidades, pecados, imperfecciones y faltas de amor. Él ha querido que nosotros colaboremos en su proyecto de salvación porque quiere que todos los hombres le conozcan y le amen. ¿Es posible ser sal y luz en medio de un mundo que parece rechazar a Dios? No solo es posible, es necesario; porque aunque parezca un mundo que lo rechaza, en realidad lo reclama a gritos, lo necesita, lo demanda. Es un mundo que necesita amor porque se está muriendo de frío. En medio de eso, estamos llamados a ser fuego que haga arder la tierra.

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Jesus, te encuentro Niño, sobre el pesebre, entre los cuidados de María y de José. He llegado con los Magos a adorarte: he hecho con ellos el camino.

Te hemos descubierto, hemos visto al Rey escondido, que hoy se muestra al mundo. Un mundo que, muchas veces, no lo reconocerá. Que difícil es rendirse a lo pequeño, a lo aparentemente insignificante que esconde la grandeza de lo divino.

Se arrodillan los magos y me arrodillo yo también. En la maravilla de la peregrinación para encontrar a un Niño, envuelto en pañales, se esconden revelaciones importantes que pretendo atesorar de a partir de ahora.

1. He visto la Estrella, que ha sido tu voz amante que me llama por mi nombre. Me has hablado al Corazón y has querido que yo venga a encontrarte. Tú me has querido a mi. Me has regalado vocación de eternidad a tu lado y solamente por puro amor. La Estrella ha sido aquello que usaste, entre muchas otras cosas, para llamar mi atención, para que voltee a verte y me ponga en camino. Te has concentrado en que yo te vea, en que yo te encuentre, en que yo te conozca. Te has interesado en mi, personalmente, en mi corazón. Dios enamorado, Dios amante, a quien no le bastó hacerse hombre: tenía que hacerse amante.

2. Te he encontrado y me deslumbras. Pero, ¿será algunas veces difícil creer que eres Rey si te encuentro en el pesebre, pobre, desprotegido? ¿Será que la certeza se tambalea y me deja dudar? Jesús, que nunca dude. Regálame una fe fuerte, que me permita permanecer desde el pesebre hasta la Cruz. En el milagro de Canaa pero en el dolor del Golgota. Que me quede, Jesús, que me quede y que crea. Que te crea. Que te crea siempre Rey, aunque humanamente te me escondas. Regálame mirada sobrenatural para ver con fe y no con duda, para confiar en tu eternidad, en tu triunfo, en tu promesa, en la felicidad contigo. Que no te deje nunca, Jesús, que no te deje nunca.

3. Es verdad que te manifiestas con estrellas, con signos en el cielo, pero te manifiestas también en lo sencillo. Que no espere, Señor, en lo extraordinario. Que solo espere en Tu Palabra: cercana, actual, personal, penetrante hasta el fondo de mi alma. Que en tus palabras ponga mi esperanza, mi fe, mi confianza, mi conocimiento. Enséñame Jesús, a escucharte y a entenderte, para poder hacer lo que me dices.

4. Hazme pequeño, Jesús Niño, para entrar contigo entre los brazos de Maria. Que aprenda de tu humildad, de tu amor por lo sencillo. Enséñame a desaparecer para que resplandezcas tu. Enséñame la belleza de lo simple, de lo ordinario. Que nunca deje de fascinarme por encontrarte Niño, Dios que se deja en brazos de su criatura. Que nunca olvide que te has hecho pequeñito para que yo pueda encontrarte, para que yo entienda mejor qué es el amor, porque has querido mostrármelo en tu vida de Hombre. Que nunca olvide lo que te has hecho por mi.

4. Hazme pequeño, Jesús Niño, para entrar contigo entre los brazos de Maria. Que aprenda de tu humildad, de tu amor por lo sencillo. Enséñame a desaparecer para que resplandezcas tu. Enséñame la belleza de lo simple, de lo ordinario. Que nunca deje de fascinarme por encontrarte Niño, Dios que se deja en brazos de su criatura. Que nunca olvide que te has hecho pequeñito para que yo pueda encontrarte, para que yo entienda mejor qué es el amor, porque has querido mostrármelo en tu vida de Hombre. Que nunca olvide lo que te has hecho por mi.

5. No entra nuestra expectativa de hombres, muchas veces seducidos únicamente por las formas, encontrar a un Dios que se despoja de todo. Que no entra a imponer sino a amar, que llega a entregarse y no a reclamar. No se acoge a la imagen que tenemos de un rey, sino que hace una nueva, porque Él hace nuevas todas las cosas. Que yo esté siempre disponible a tus sorpresas, Jesús. Que entienda que mi mirada humana no es nada comparada a tu mirada divina: porque Tú siempre ves más allá. Que nunca dude de tus formas, de tus caminos, de tus misterios, de tus maneras.

6. He llegado con los Magos y me han enseñado a adorarte. Hemos visto cómo lo hacía tu Madre, cómo lo hacía José, y hemos querido hacer lo mismo. De rodillas, postrados ante el pesebre, te reconocemos Salvador del Mundo. Que viva yo así mi vida, Jesús, de rodillas, postrada, solamente delante de Ti. Transformarme, obra en mi para que toda mi existencia sea adoración.

7. Llegaron los Magos con oro, incienso y mirra; pero yo no he traído nada. Soy pobre y nada poseo. ¿Qué podré darte que te sorprenda, Jesús, a ti, que todo lo tienes, que todo lo eres, que todo lo has creado? Solo una cosa me has pedido: mi corazón. Me quieres toda para ti, sin reservarme nada. Quieres mi existencia completa, cada minuto de mi vida, cada sueño que brota de mi corazón.

8. Estamos llamados a ser estrellas que guíen hacia Jesús. Estrellas que no reflejan luz propia, que reflejan a Cristo: signos suyos, brillantes, fuertes, con fuerza para mover corazones hacia Él, porque a eso nos ha llamado. Santos, valientes que alumbren la luz de Jesús en las noches oscuras, siendo testimonio de que Él es la verdadera vida.

Jesus, te encuentro Niño, sobre el pesebre, entre los cuidados de María y de José. He llegado con los Magos a adorarte: he hecho con ellos el camino. Pero el camino no ha terminado: comienza hoy, postrados frente al pesebre, queriendo - con todo el corazón - permanecer postrados hasta la Cruz.

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