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PRIMERA PARTE

Totus Tuus

La peregrinación a la que me llevó María

7 Dic - 22

Caminar sobre el agua

Ante lo desconocido, el alma tiembla. Dios dispone caminos desconocidos, que parecen imposibles, que escapan de nuestros cálculos humanos, y sentimos miedo.

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Creer sin ver

Creer sin ver. Y cómo cuesta, y cómo fallo. Porque a pesar de haber experimentado a Cristo, de haberle visto ocuparse de mis cosas, después de vivir su amor en carne propia, también empiezo a dudar.

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Totus Tuus: La visita a Lourdes

Visitar Lourdes fue una gracia. Llegué de noche. Hacía mucho frío pero el corazón estaba ardiendo. Caminé hacia la explanada frente al Santuario y la vi allí: hermosa, con la luna detrás, dándome la bienvenida. La imagen de la Virgen de Lourdes, que luce una corona preciosa, me saludaba, presentándome su casa.

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Ser sal y luz

Hemos sido creados para ser sal y luz del mundo. Cristo ha querido valerse de nosotros, con nuestras debilidades, pecados, imperfecciones y faltas de amor. Él ha querido que nosotros colaboremos en su proyecto de salvación porque quiere que todos los hombres le conozcan y le amen. ¿Es posible ser sal y luz en medio de un mundo que parece rechazar a Dios? No solo es posible, es necesario; porque aunque parezca un mundo que lo rechaza, en realidad lo reclama a gritos, lo necesita, lo demanda. Es un mundo que necesita amor porque se está muriendo de frío. En medio de eso, estamos llamados a ser fuego que haga arder la tierra.

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Voy en el día 3 del viaje y ya han pasado muchísimas cosas que estoy segura, marcarán un antes y un después en mi camino espiritual. Normalmente cuando escuchamos testimonios de visitas a Santuarios Marianos conocemos historias milagrosas: curaciones, conversiones repentinas, visiones, llantos, experiencias sobrenaturales. No quiero decir para nada que todo eso esté incorrecto, por el contrario, me parece asombroso. Es impresionante ver como Dios manifiesta su gloria y su voluntad a través de esas experiencias tan especiales y privilegiadas, pensadas a detalle para el alma que la necesita. Mi experiencia, sin embargo, es distinta, porque hasta ahora no he experimentado nada sobrenaturalmente místico. En estos tres días de peregrinación la Virgen se ha manifestado de una manera tan directa y ordinaria que me sobrecoge completamente poder entenderla y encontrarla en lo más evidente y sencillo.

Todo esto no quiere decir que no ha sido una experiencia maravillosa lo que va de la peregrinación, quiero decir que no siempre tenemos que esperar sentir, ver o vivir algo extraordinario para saber escuchar y encontrar a la Virgen, que está tan cerca de nosotros.

Comenzaré contándoles que este viaje lo planeó ella. Yo no tenía ninguna intención — ni posibilidad — de hacer este recorrido, no porque no quisiera sino porque, otra vez, no me era posible. De pronto, por providencia divina, el viaje se armó solo, las posibilidades cayeron sobre la mesa y, sin querer, teníamos armada una peregrinación. Cabe resaltar que en estos días estoy finalizando la preparación para mi Consagración total a Jesús por María según el método Montfort. ¿Coincidencia? Los que llevamos un tiempo en el camino con Jesús sabemos que jamás hay coincidencias, que todo está siempre contemplado de una manera maravillosa en el plan que Dios tiene para cada uno: en ese plan personal de salvación.

Menciono esto porque, hasta antes iniciar la preparación para la Consagración, yo no tenía una relación personal con María. Lo digo con absoluta franqueza, confesándoles que, aunque hacía Rosario diario, Ángelus y visitas a María frecuentemente, no existía esa relación personal, esa relación de amor, de pertenencia. La teoría la sabía, sabía también que ella me amaba y que yo quería amarla, pero no lo había experimentado, no lo vivía con el alma. ¿Por qué? Esa respuesta la voy entendiendo.

Comencé la Consagración con la idea de que podía ser un medio, que parecía muy efectivo, para conocerla personalmente y por fin crear ese vínculo que tanto añoraba. Con ese propósito comencé mi preparación, y a la mitad, María me toma de la mano y me lleva de peregrinación.

Digo que ella me lleva porque hoy, después de los días vividos — que aún no acaba — no hay duda de eso. Se que ella me ha tomado de la mano y me ha dicho: quiero que me conozcas, aquí estoy. Me emociono mientras escribo esto porque me sorprende y me enternece que mi Madre, siendo la Reina, la Madre De Dios, la Inmaculada, no se tarda en ir a mi encuentro. Ella no está sentada esperando que me acerque mientras reclama que la ame. Ella es una Madre cuidadosa que ve a su hija en necesidad y sale corriendo a mostrarle que la ama. Ella quiere que la conozca y que la ame: ella va a mi encuentro, me persigue, me lleva a su casa. ¡Me lleva a su casa! Ella ha propiciado construir el vínculo entre las dos: mi Madre me ha querido para ella.

Y en todo esto también en cierto que Jesús ha querido que conozca y ame a su Madre. ¿Por qué? He entendido que solo estando cerca de María puedo ver mejor a Jesús. Solo estando con ella lo encuentro a Él más cerca, más amante, ¡porque voy en manos de Su Madre! ¡Cómo no me va a recibir mejor y más contento! Jesús ha querido que, a estas alturas de mi camino de fe y propósito de santidad, la encuentre a ella. ¡Porque Él me quiere santa! Y yo no puedo si Mamá no me ayuda. Él sabe, y me lo ha dicho.

Zaragoza: Primer Santuario

Comenzamos el recorrido en el Santuario de la Virgen del Pilar. Lo primero que me impresionó fue saber que estaba ante una de las Apariciones más antiguas: María me llevó al comienzo de todo. Me recordó que ella acompaña a los Apóstoles de su Hijo, como lo hizo con Santiago. Nunca nos deja solos: en el camino de la vivencia del Evangelio ella se queda con nosotros. María, la primera en seguirle, en amarle, en recibirle, en anunciarle, ¿cómo nos va a dejar solos en la misma tarea? Hija, estoy siempre contigo. Eso fue lo primero que me dijo María en esta primera visita.

Después de haber pasado un tiempo en el Santuario he experimentado claramente su abrazo: ha venido el Espíritu Santo mientras yo oraba frente al Pilar que está en un reclinatorio, para ser venerado. Ha venido sobre mí la fuerza del Espíritu y he sentido la paz que solamente se siente cuando Él está. Paz que sobrecoge, que te hace descansar. Paz que pone en calma tu alma y te permite rendirte: has de mi lo que quieras. Y con el Espíritu Santo estaba ella, porque es Su Esposa amada. Porque Él actúa a través suyo: divina Inmaculada, que ha conservado siempre y para siempre el Espíritu de Dios en ella.

María me ha mostrado primero al Espíritu Santo y después me ha llevado amablemente a su Hijo: le he encontrado en el Sagrario, y en la Imagen del Corazón de Jesús. Una vez más me ha dicho: mírame a mi y lo mirarás a Él. Finalmente me regaló — porque se que ha sido un don — el poder tener Misa allí, en su casa. Comunión de rodillas en la boca:Jesús me ha permitido recibirle estando en casa de su Madre. ¿Podemos negar que María nos lleva a su Hijo? El Corazón de Jesús me abrazó en la Comunión. Me dijo:

Ven a mi Madre y estarás siempre muy cerca de mi Corazón. ¿Ves? Cuando la ves a ella, me ves a mi. Puedes verme como un niño alzado en sus brazos, sentado en su regazo, apoyándome en su pecho, en su Inmaculado Corazón. Donde está Mi Madre está mi Sagrado Corazón, porque ella es quien mejor lo custodia y lo acompaña. Porque ella siempre te va a llevar al Amor, que soy yo. Hoy estás en casa de mi madre y me has encontrado.

Estaba en la casa de Su Madre y le había encontrado. Y lo vi, vivo, en la Hostia Consagrada, y lo recibí dentro de mi, y lo adoré en el Sagrario precioso que le construyeron, como Rey. Encontré al Corazón de Cristo junto al de su Madre.

Cabe mencionar un detalle que tomará importancia más adelante: en la visita a La Virgen del Pilar encontré, en diversos momentos, a San Juan Pablo II y a Madre Teresa de Calcuta. Santos amigos que yo quiero mucho y que han conformado parte importante en mi camino de formación. Los sentí muy cerca durante esa visita: sabía que me acompañaban.

Al día siguiente partíamos a un nuevo destino y en el camino nos encontramos con una nueva posible parada: Torreciudad. No conocíamos muy bien la historia pero sabía que ese nombre lo había escuchado antes. Resulta que es un Santuario Mariano, donde se encuentra la Advocación de María Reina de los Ángeles de Torreciudad: santuario cuya construcción fue promovida por San Josemaría Escrivá. ¡San Josemaría! Mi amigo, mi buen amigo. Aquel que más a estado cerca de mi este año me estaba llevando a casa de mi Madre: la casa que Él pensó para ella. Cuando supe todo esto no dudamos y nos pusimos en camino.

Torreciudad: Segundo Santuario

La maravilla de Torreciudad comienza por el mismo paisaje que rodea el Santuario. Mientras llegaba pensaba: María siempre elige los mejores lugares para hacer su casa. Jesús definitivamente quiere casas hermosas para su Madre, ¡Imagínate como será su belleza! Digna de la Dueña de este paisaje.

Entrando al templo principal me topo con un retablo precioso. Estaba ella: Reina de todo lo creado. Estaba también muy presente San José. Estaba el Sagrario al centro del retablo, adornando la imagen del Cristo crucificado justo debajo. Y al costado, arrodillado mirando el retablo estaba él: San Josemaría. Haciendo lo que mejor supo hacer toda su vida: contemplar a Jesús, a José y a María.

Lo miré y miré la maravilla que me presentaba. ¡Cuánto agradecí en ese momento tener la compañía de los santos!

Entrar a la Capilla de Adoración en Torreciudad es como entrar al cuarto del Rey en un palacio: magnífico, silencioso, divino. Jesús, imponente, pero tan cercano. ¡Bienvenida a casa de mi madre! Me decía. ¡Otra vez nos hemos encontrado! Me miraba desde el Sagrario y yo no podía dejar de contemplarle.

Como si todo esto no fuera suficiente, de pronto llegué a una Capilla que, personalmente, ha sido el detalle más personal que ha tenido Jesús conmigo en este viaje: La Capilla del Sagrado Corazón. No solo me encontré con Él, sino que tuvimos el maravilloso regalo — porque Jesús lo quizo, porque es un Dios de detalles — de tener Misa allí. Un sacerdote del Opus Dei presidiendo la Eucaristía en la Capilla del Corazón de Jesús, en un Santuario Mariano. No puedo explicarles lo maravilloso que fue ese momento. Me sentí completamente amada, profundamente agradecida y supe que Jesús había tenido ese detalle conmigo porque me ama, ¡me ama locamente! Su amor desborda y se manifiesta de manera concreta, visible, real: Él está vivo y sus detalles son actuales, personales, y remueven hasta lo más profundo del alma. Este Dios enamorado me sorprende una vez más. Y esa noche, leyendo la Consagración del día encuentro esto escrito:

María es única, particular y personalmente tu madre y mi madre, y no nos pierde entre la multitud.

No podía haber mejor forma de expresar aquello que experimenté en estos primeros días de peregrinación: Ella es mi madre. ¡Mía! Y me mira a los ojos, me toma de la mano, me lleva a mi. No soy una mas entre la multitud que visita los Santuarios, no soy una mas entre aquellos que se arrodillan a hablar con ella. Para ella soy la única, la más especial, aquella que esperaba, a quien abre las puertas de su casa para sentarse a conversar, aquella a la que lleva a su Hijo. Eso somos, cada uno, para María: hijos personalmente amados, como si fuéramos los únicos.

Así me he sentido en estos primeros tres días en España: maravillada por lo apasionada que es María por mi y por lo detallista que es el Corazón de Jesús. He comprendido que el papel especial de María es llevarnos a la intimidad que comparte con su Hijo y que es necesario — y urgente — entregarnos a María para que ella nos acerque aún más a Jesus a través de sus oraciones y su amor maternal. He entendido que cuando Jesús dice a Juan en la Cruz: Ahí tienes a tu madre, manifiesta su voluntad claramente: quiere que estemos con ella, y nos quiere muy cerca. Esto lo aprendí en la preparación para la Consagración, pero lo viví en la peregrinación: Jesús me quiere cerca de Su Madre y me lo está demostrando, está haciendo que lo viva, que la encuentre, que me acerque, que la reconozca, que la mire.

A esto me refería cuando decía que no había experimentado nada sobrenatural pero que los había sentido sumamente cerca: evidentemente cerca. Se trata de prestar atención a las mociones internas y a aquello que el Espíritu Santo va susurrando al corazón. Se trata de ponerse los lentes de medida sobrenatural para ver así lo más natural, ordinario y evidente. Que en todo momento nos preguntemos: ¿qué me quiere decir Jesús con esto? ¿Para qué está pasando esto? Encontrarlo en lo ordinario, en la simpleza de la vida, que se enriquece cuando vivimos con Él. Dejemos de esperar manifestaciones extraordinarias - y si suceden gloria a Dios. - para comenzar a encontrarle en lo natural, en lo más corriente.

María es un regalo en mi vida interior: un regalo — el más hermoso e importante — que Jesús ha querido darme en su amor desbordante. Ella es el camino para llegar rápidamente a Él. Lo estoy viviendo.

Para resumir, tengo 5 ideas importantes:

1. La voluntad de Jesús es que me entregue a su Madre, que la conozca, que la ame, que la contemple, que aprenda de ella, que la imite. Y Él me ha traído en esta peregrinación para exactamente eso: para mirarla a Ella.

2. María necesariamente te lleva a Jesús: más rápido y más cerca. María nos muestra la belleza del Corazón de su Hijo y su amor desbordante. María nos lleva, porque es su único interés, a Jesús, que nos quiere más cerca.

3. El amor divino es personal e íntimo. María y Jesús me han mirado a los ojos: solo a mi. Profundamente. Me han hecho saber que me buscan, que aman, me quieren con ellos. Se han manifestado en lo profundo de mi alma y me van mostrando mi camino personal de santidad.

4. Nuestro Jesús es un Dios de detalles y nunca se deja ganar. Este Dios detallista se muere por mi y ansía mi corazón, por completo, sin reservas. ¿Qué detalles estoy teniendo yo con Él? ¿Cómo puedo responder ante semejante entrega? Esas son preguntas que me quedan dando vueltas después de estos primeros días. Me siento definitivamente llamada a responder con algo mucho más grande de lo que daba hasta ahora. Me veo llamada a entregarme completamente, sin reservas, con amor confiado en el Sagrado Corazón.

5. Los Santos, nuestros amigos, apasionados por la Virgen y por el Corazón de Cristo, son nuestros guías en estas aventuras espirituales, llevándonos con pistas y acompañándonos en aquellas experiencias importantes. ¡Verdaderamente están! Y verdaderamente son amigos.

Así acaban los primeros días. La Consagración a María está tomando sentidos que nunca imaginé. Cuando pensé que sería en tomármela enserio creo que la Virgen se lo tomó aún más: ella me está llevando por los caminos de mi consagración personal, atando lo que voy aprendiendo en el libro con aquello que voy viviendo cerca de Ella. Muy cerca. Emprendemos hoy camino a Lourdes. Todavía no me creo que estaré ahí. Estoy expectante. ¡Que bueno eres Señor! Comienzo la preparación para llegar a este Santuario repitiendo fuertemente en mi corazón: Habla Señor, que tu siervo escucha.

Ya les contaré.

Rezo por cada uno de ustedes y los entrego a los brazos de María.

Recen por mi. 


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