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Mirar a Jesús y permanecer así

como Madre Teresa.

Para darte gloria

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Estos últimos días y semanas el Señor me ha estado hablando mucho de la confianza y de lo importante que es permanecer mirándole. El otro día en el libro que estoy meditando, leía una anécdota sobre Madre Teresa que quería compartirles y que calzó exactamente con lo que conversaba con Jesús en oración en estos días.

Como ya les conté en alguna entrada anterior, estos últimos días (y meses) veo que Jesús está desacomodando planes y poniendo cosas nuevas sobre la mesa. Cosas que nunca hubiera planeado yo. Esto me tiene expectante pero tengo que confesarles que muchas veces MUCHAS me da inseguridad la incertidumbre. Y me hago repetidamente la pregunta: ¿qué estás haciendo, Jesús? No con afán de reclamar, sino como queriendo entender. Y experimento que la respuesta constante es: confía, confía, confía y no dejes de mirarme.

"No dejes de mirarme"

¿Qué significa esto? ¿cómo miro a Jesús? ¿en qué consiste esto de fijar la mirada en Él? Les cuento la anécdota que leí mientras pensaba todo esto...

Cuenta el autor en el libro que en una oportunidad tuvo el privilegio de estar con Madre Teresa en la casa-madre de la congregación, en Calcuta. El iba caminando detrás de ella baiando las escaleras del edificio. Ella llevaba en brazos a un niño enfermo: lo llevaba contra su pecho, cargado. Ella bajaba serena, con paz, un poco encorvada. Colgado en la pared, de frente, había un cuadro de Jesús crucificado. Bajando la escalera, Madre Teresa levantó la mirada, miró el cuadro, bajó la cabeza y apretó al niño contra su corazón: lo abrazó o fuerte. Todo esto sin detenerse, sin dejar de baiar la escalera. Dice el autor: iQué abrazo aquel! Ese niño era su Jesús.

Pero fiémonos bien - dice él - lo más importante no es que haya abrazado al niño. Lo realmente impresionante era que mirase el cuadro de Jesús en la pared. ¿Por qué? ¿Qué tiene eso de extraordinario?

¿Cuántas veces habrá bajado Madre Teresa esas escaleras? Treinta años subiendo la misma escalera, una mujer mayor, superiora de una congregación con fundaciones en todo el mundo, con miles de ocupaciones, preocupaciones, enfermos y pobres por atender, una mujer ocupada, aparentemente sin tiempo para nada, con millones de cosas en la cabeza. Ella, a pesar de todo eso y a pesar de todo el tiempo que había pasado, se había detenido a ver a Jesús.

¿Cómo hubiera bajado yo esa escalera? ¿Acaso no hubiese bajado rápido, distraído, apurado, desatento, con el pensamiento ocupado en todas las cosas que tengo que hacer?

Ahora viene la pregunta: ¿por qué Madre es capaz de mirar a Jesús? La respuesta es simple: mira a Jesús en ese cuadro porque, de hecho, ya Le está permanentemente mirando en su corazón.

"aún no había olvidado por qué subió esa escalera por primera vez".

Secreto de vida interior

Ese era el secreto de la vida interior de Madre Teresa: tener la mirada fija en Él. Recordando no dejar que nada, ni el trabajo, ni las preocupaciones, ni las ocupaciones, ni la incertidumbre, ni la tristeza, ahoguen su mirada. Y ¿cuál es la consecuencia de mantener esta mirada fija en Jesús? Ser capaces de entender que todo en nuestra vida tiene su centro en Su Voluntad: dejarnos en Sus Manos, dejándole hacer a Él lo que quiera, porque Él es quien conduce todo según sus planes.

"ojos que saben a quien aman".

¿Y acaso no era este un amoroso reclamo de Jesús a mi alma? Si he sido llamada, si Él ha elegido este o ese camino para mi vida, para mi alma, si El me ama. ¿Por qué me preocupo? ¿No basta solamente con mantener mi mirada fija en Él? iCon ojos que saben a quien aman! Con ojos que lo conocen, que experimentan su amor, que han conocido esa intimidad en la oración.

Entonces entendí que si vivo con la voluntad y la mente permanentemente fijas en El, podré percibirle en aquellas cosas cotidianas donde está escondido, o en las que me he acostumbrado a no verle, aunque está. Y mirándole era más sencillo descubrir sus pasos, entender sus deseos para mi, y cumplir aquello que Él quiera. Y que muy probablemente no me toca entender aún el plan completo, sino que por ahora me toca eso: confiar, dejarme en sus manos. Y estar completamente disponible.

Confiar, esperar. y no dejar de mirarle.

¿Por qué mirar a Jesús?

Entonces la pregunta que nos hacemos naturalmente es: ¿por qué mirar a Jesús? ¿Cuál es la importancia de esa mirada?

Es importante comprender primero que el amor de Jesús por nosotros es tan grande que todo lo nuestro le interesa: está pendiente de ti en cada parpadeo, de cada respiración. Jesús te ama y está pendiente a cada instante de todo lo que necesitas, de lo que eres y lo qué haces. ¿Por qué? Porque te ama, sencillamente.

Y si le amamos, ¿no deberíamos hacer nosotros lo mismo?

¿No es propio del amor preocuparse por aquello que interesa al amado, por aquello que le hace feliz, que él desea, por sus intereses, incluso los que parecieran más insignificantes? ¿Hacemos eso nosotros con Jesús?

Y seguramente nos preguntamos: ¿cómo puedo saber lo que a Jesús le agrada? iNo lo veo! No lo vemos porque no nos detenemos a mirarlo: no fijamos nuestra mirada. Hay que mirar a Jesús. Y pasa que muchas veces nos miramos a nosotros mismos: nuestros deseos, nuestros gustos, nuestros intereses. Nos miramos más a nosotros que a Él.

¡Cuánto nos cuesta pensar en Él, enfocar las cosas desde Su Interés! ¡Cuánto nos cuesta mirarle para conocer Su Voluntad! en nuestros proyectos, en nuestras decisiones, ¿contamos con El? ¿Le preguntamos qué prefiere? ¿Estamos atentos a su Voluntad en cada caso? Si no me miramos, ¿cómo le vamos a ver? Pasa muy a menudo que damos por supuesta la voluntad de Dios y ya no le miramos. Como si Él no tuviera nada que decir...

Y terminamos viviendo sin Él. Tomando nosotros mismos las decisiones y las riendas de todo, indiferentes a lo que a Él le agrada. Terminamos viviendo como si creyéramos en un Dios muerto, lejano, que no tiene nada que decir. Olvidamos que Jesús está vivo, que Él nos sostiene, que su mirada nos mantiene vivos. Olvidamos que Él se interesa por cada detalle de nuestra existencia.

Madre Teresa decía: «Mantenga sus ojos fijos en el Sagrado Corazón». ¿No es acaso este el secreto de la vida interior? Mirada atenta, escucha silenciosa sumisión enamorada. Con los ojos fijos en Jesús, en la intimidad de la oración, construyendo una relación personal y cuidadosa con Él, viviendo en su presencia, pidiéndole la gracia de conocer Su Corazón. Así seremos capaces de mirarle. Mirarle todo el tiempo, fijamente, para conocer su Voluntad.

Fijemos los ojos Donde ella los fijó. Escuchemos la Voz que ella escuchó. Esforcémonos en agradar al Mismo a quien ella agradó. Así encontraremos un día, por pura gracia, a Aquel que ella encontró.

meditación basada en "Mi Doctorcito - una Teresita aún por descubirir" del P. Henoc Tailleau

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